martes, 5 de julio de 2011

RELATOS DE LA MONTAÑA


Ana y Dante cumplieron por fin con su deseo; acampar una semana junto a la montaña. A dos años de estar casados dispusieron su carpa en una serranía cercana al Cordón del Toro.
Amanecía, en su primera salida hacia los cerros, a poco de andar vieron en el fondo de la cañada un puesto de cabras junto a un arroyito.
Grande fue su impresión al ver la precaria forma de vida que allí se llevaba. Y mayor fue al conocer a don Amancio; el puestero y su especial forma de ser.
En los siguientes días empezaron a identificar sus gritos mañaneros, ordenando al rebaño de cabras y a los perros a dirigirse a un determinado lugar de pastoreo. Lo mismo que al atardecer, con sus extraños alaridos, indicando que debían volver prontamente al corral. Parecía como si realmente él se comunicara con sus cabras y perros, en forma personalizada.
Algunas noches junto al fogón, insistieron que don Amancio les relatara hechos vividos por él, en esos parajes inhóspitos.
Uno de esos recuerdos hablaba de su encuentro con un puma (muy común en el lugar) que mataba sus cabras; él lo siguió con sus perros logró arrinconarlo en un hueco entre las rocas. Dos de sus perros resultaron muertos, antes que don Amancio pudiera acercarse y derribarlo con un rudo golpe del cabo de su rebenque.
También en otra ocasión otro puma se abalanzó sobre él, derribándolo de su caballo y dejándolo gravemente herido. Pudo reponerse y regresar a su rancho, donde sólo tenía querosene ¡y eso se puso en su heridas, lo que evitó se infectaran, y logró curarlas.
Otro día contó de sus avistamientos de luces misteriosas, que aparecían en los atardeceres. Según él, se trababa de "luces malas".
Decía haber oído por las noches, como rodeando el rancho, ruido de galopes de caballos que retumbaba en todas direcciones junto a un intenso griterío, como de indios, algo que lo asustó bastante.
O cuando habló de la avalancha de nieve, que lo sepultó durante varias horas y de la que salió gracias a la ayuda de sus perros, que lograron desenterrarlo.
Cuando se despidieron de don Amancio, lo hicieron con tristeza, al tener que separarse de ese solitario personaje con el que pasaron tan gratos momentos, transportados por la magia de sus increíbles relatos.

Alfredo Vicente

No hay comentarios:

Publicar un comentario