martes, 5 de julio de 2011

EL PUMA Y EL QUIRQUINCHO (fábula)


Grande era el hambre que sufría Uñas, el puma mientras recorría la serranía, ansioso por encontrar una presa. Un extraño movimiento en el pajonal cercano le dio a entender, que ya la había ubicado.
Peludín, el quirquincho, hizo su inoportuna aparición y sorprendido recibió la advertencia de Uñas... -- ¡Alto! ¡Eres animal muerto!... y aunque no eres mi plato preferido, es tanto el hambre que tengo que te comeré.
A pesar de la amenazante figura presta a saltar sobre él, Peludín no perdió la calma y dijo: -- ¡Espera! ¡Pierdes el tiempo!... mis agudas placas, pueden dañar tu tierno estómago.
--¿No me digas? --... dijo Uñas, en tono burlón... Yo sé bien que debajo de esa armadura hay un blando menú -- y sorpresivamente lanzó un potente, zarpazo que hizo dar varios tumbos a Peludín.
Enroscado en sí mismo, el pequeño Peludín siguió recibiendo uñazos en su caparazón, que si bien no conseguían perforarla, empezó a molestarse y decidió librarse del porfiado puma.
¡Basta, detente! Creo que podemos arreglar esto y tal vez sea más sencillo para los dos --
¡Eso!-- Sentenció, orgulloso Uñas. -- Comprenderás que no tienes chance,¡entrégate!...
Mientras esto decía, no notó que Peludín cavaba con rapidez en la tierra, en la que sumergía ya la mitad de su cuerpo.
Aunque tarde, Uñas alcanzó a atrapar su parte trasera, pero no pudo sacarlo del agujero, pues aquél encajaba las púas laterales de su caparazón contra las paredes de la incipiente cueva y así, poco a poco, se escurrió de las garras del felino.
Decepcionado, el puma tuvo que aceptar que a veces la apariencia indefensa de algunas criaturas, como en este caso, la del quirquincho; puede esconder mejores artimañas, que la fuerza impresionante de los feroces cazadores como él.

Alfredo Vicente

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