martes, 5 de julio de 2011
ENCUENTRO EN LA FRESCURA
La siesta de enero hace vibrar el paisaje con su calor abrasador, que alcanza los cuarenta grados. Los niños en sus bicicletas se apartan de la quemante carretera, que parece un espejo tembloroso y descienden por la bajada que llega al arroyo.
Vienen de los barrios suburbanos de Tunuyán y llegan hasta aquí, porque les gusta bañarse en el arroyo, bajo los sauces donde la frescura es natural y completa.
Saben que no estarán solos, los esperan otros amigos que perseguidos por el calor, también concurren a la cita.
Estos vienen de las fincas cercanas, cruzando los ardientes senderos y llamados también por el cristalino y fresco remanso.
En él se van internando poco a poco, entre corridas, gritos y risas, probando cada uno su mejor zambullida, su mejor pirueta en el agua.
Un encuentro más de este verano, en el sombrío arroyo, donde quizás también se bañaron sus padres y sus abuelos.
Alfredo Vicente
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