martes, 5 de julio de 2011

POR PURA FANTASÍA

Dentro de "Mil cosas de Tunuyán" caben utopías, como ser las expresiones culturales. En ese contexto, me animo a imaginarlas; ¿por qué no representar una posible bandera que identifique al Departamento, una moneda, una estampilla o un billete monetario?
Así los he diseñado dentro de mi simple libertad, ¿qué les parece?


Alfredo Vicente

RECORDANDO ANTIGUOS PAISAJES

Siempre los abuelos suelen atesorar vivencias propias o de sus antepasados, y que cuentan a sus nietos mostrándoles un Tunuyán antiguo, que puede asombrarlos.
Claro; siempre que éstos les dispongan su atención. Pues no siempre coincide esto con sus tiempos y sus inquietudes.
Digo esto porque hoy en día los niños no siempre están disponibles a conversar con el abuelo. Puede ser más interesante un videojuego, la Internet, el celular y tantos artilugios que les propone la actual tecnología.
Pero cuando se da esta posibilidad, pueden enterarse de cosas que el abuelo les recuerda, como:
"Ustedes ven la amplia Avenida San Martín, que cruza la ciudad; pues no siempre fue así. Hace muchos años ella tenía dos vías separadas por un alegre bulevar en el que había árboles (frutales algunos) por el que paseaba la gente por las tardes. También allí se festejaba el carnaval, alfombrando las vías con ramas de hinojo, sobre las que pasaban comparsas y disfrazados jugando una alegre guerra de papel picado, serpentinas, bombitas de agua o de pomos."
"La calle Pellegrini (ahora paseo peatonal),al traspasar la San Martín no continuaba con otra calle (como lo hace hoy la Chile) ahí había un gran espacio y era la Terminal de Ómnibus."
"Cuando no había Peatonal, la calle Pellegrini era muy importante por su gran oferta en lo empresarial y en lo comercial."
"En los comienzos las pocas calles no eran asfaltadas y tampoco tenían gran longitud, (pues no existían la gran cantidad de barrios que hay ahora y que exigieron prolongarlas o planificar otras nuevas."
"Cuando eran sólo de tierra, se regaban a balde todos los días, era la labor de empleados municipales que extraían el agua de las acequias laterales."
"La Municipalidad estaba en la esquina de Saenz Peña y Pellegrini, el Correo en la esquina de Roca y Moreno."
"Las fincas de frutales y la chacras ocupaban los espacios que hoy sitúan a barrios como Los Cóndores, Villa Jardín, Las Pircas, Villa Tunuyán, Dalmau, Martín Fierro, Güemes, Venezuela, Belgrano y otros más."
"El predio del viejo Hospital Carlos Ponce hoy lo ocupan la Policía, el Registro Civil y los Juzgados."
"En esos tiempos las escuelas primarias eran pocas; la más importante la Vicente López (ahora reestructurada junto al antiguo edificio, éste con otros fines), la José Hernánez (que estaba cerca de la actual Estación Terminal de Ómnibus), el barrio la Sidrera (Urquiza) no tenía escuela los niños tenían que ir a la Manuel Ruano o a una Nacional creo que la Nº 12."
"La ruta Nacional 40 (superpuesta a la Av.San Martín) continuaba por la ruta vieja va por la izquierda de la actual hasta el Puente del Río."
"La ruta a Vista Flores-Campo de los Andes, no era asfaltada, era recorrida por ómnibus dos veces por día. Luego se creó una línea local que tenía recorrido hasta la vuelta de Lausi, lo hacía cada dos horas o tres horas. Desde las fincas al centro (la Villa) se viajaba mucho en sulkis, caballos o carretelas. Algunos comercios tenían palenques en sus frentes para atar a los caballos."
"Se contaba con la Estación de Ferrocarril (donde quedan aún restos) el tren llevaba pasajeros hasta Mendoza, también había de carga que intercambiaban alimento, forraje y materiales. Los viajes no eran diarios."
"La salida por Ruta 40 hacia el norte se hacía por el camino que va por el costado derecho al llegar a la Virgen pasaba al de la izquierda por la curva de los Músicos, luego de pasar el Arroyo Guiñazú seguía por el viejo camino de la izquierda (finca Furno) seguía ese camino hasta Zapata (La Estacada) la ruta 40 a Mendoza era de tierra. Se tardaban muchas horas en llegar a destino."
Como podrán apreciar, lo considerado no es para una sola conversación, he agrupado lo de varios encuentros. Lo importante es que aunque sea en breves dosis, lo trasmitido de una generación a otra, permita ver las distintas épocas de este cambiante Tunuyán.

Alfredo Vicente

¡BAJA EL "ZONDA"!


En tiempos remotos el viento que pasaba a Tunuyán desde el Océano Pacífico, dejaba aquí tanta humedad que permitía al valle una exuberante vegetación. Espesos bosques adornaban las laderas de los cerros. El piedemonte y el llano mostraban verdes montes con gran variedad de especies. Pequeños grupos de habitantes prehistóricos que lo habitaban, llevaban una tranquila vida, sólo pendientes de recoger los frutos, verduras y animales que allí había.
Pero en el llamado Alto Valle (ubicado entre los dos cordones de montañas) empezó a faltar el agua, pues no había nevadas. Las montañas sin nieve no dan lugar a ríos.
Entonces la sabia Madre Tierra decidió equilibrar las cosas. La solución fue movilizar la placa profunda de la montaña y activar los procesos volcánicos.
Esto provocó el levantamiento de los picos montañosos, que surgieron en forma descomunal y dieron a los cordones el doble de su altura.
Después de esto la llegada de los vientos húmedos del oeste chocaron con las desconocidas alturas y junto al frío de esa altitud, empezó a precipitar su humedad en forma de nieve cubriendo las montañas y cuyos ríos dieron vida al Alto Valle.
Pero el viento, ahora seco siguió su recorrido bajando brutalmente y secando los bosques y las pasturas a su paso, levantando polvaredas de tierra que taparon el cielo.
A partir de entonces los aborígenes debieron aprender a llevar agua de su río para regar lo que aprendieron a cultivar, dar de beber a su ganado y cuidar el agua para sobrevivir.
Y a ese viento quemante y polvoriento, que cada tanto azotaba el lugar; lo llamaron Zonda, aprendieron también a distinguirlo a lo lejos y protegerse de su fuerza, la que tiraba árboles, arrastraba viviendas, producía incendios y ponía en peligro sus vidas.
Es común aún hoy en Tunuyán y alrededores, que la gente al avistarlo se comunique a viva voz... ¡cuidado, que baja el Zonda, refúgiense en sus casas, cierren puertas y ventanas! ¡ Cuídense que arrasa con todo!

Alfredo Vicente

ASÍ NACIÓ LA CORTADERA (leyenda)


La tribu Huarpe estaba en emergencia. El Río Tunuyán, en cuya rivera se asentaba, crecía demasiado ese verano. Lenda, la joven huarpe, conocida por su desordenada cabellera rematada con blancas plumas, vigilaba desde la orilla. Su compañero y su hijo, intentaban río adentro, afirmar las precarias represas que hacían subir las aguas para el riego de sus plantíos.
La tremenda fuerza del agua aumentaba en Lenda, el temor a que fueran arrastrados por la correntada.
Su presentimiento, pronto se hizo realidad; el hombre y el joven desaparecieron de su vista tragados por el remolino de agua marrón, piedras y ramas.
Lenda corrió orilla abajo llena de desesperación, esperando desde la barranca, verlos aparecer. Pero nada ocurrió, ella siguió corriendo más y más.
Cansada y entregada a un triste llanto, quedó tirada, asomada al río, esperando el milagro.
Pasaron las horas, no hubo milagro. Pasó el día, pasó la noche. Para Lenda era preferible la muerte a sufrir esa gran pérdida. Y eso eligió.
El yaciente y desgreñado cadáver fue tomando poco a poco la forma de una nueva planta, que fiel a su figura se aferraba a la costa, suelta al viento su revuelta melena coronada de blancos plumeros.
Había nacido la cortadera, ese conocido vegetal que desde entonces pobló las cercanías de ríos y arroyos de Tunuyán. Su forma rememora, tras su dureza, el fuerte lazo familiar que unía a los nobles y habilidosos Huarpes.

Alfredo Vicente

"DEPREDADOR" vs. TIERRA II

Tres paseantes van por la Costanera del Río Tunuyán y se detienen junto a los maderos que forman el mirador; son Lucas , Marcos y su abuelo.
-¿Recordás abuelo lo que hablábamos hace unos días? Sobre el depredador ¿qué más sabés de esos temas?- dijo Lucas.
- Bueno, creo que habría algún otro dato para contarles-
-¡Vamos, dale abuelo!- insistió Marcos.
- Recuerdo cuando niño, allá en la finca donde vivíamos; siempre por las tardes pasaba un hombre que mi papá conocía, don Pileas. Él pasaba con su bolsa al hombro tras la casa hasta el otro lado del puente, (sobre la ruta que iba a Tunuyán) bajaba una alta barranca sobre un pantano. Luego volvía por el mismo camino rumbo a su casa que quedaba cerca. Muy temprano al día siguiente volvía para luego retornar con su bolsa.-
-Y ¿Qué hacía ese hombre?- preguntó Lucas.
-¡Ya veráz, que hacía!, lo supe un tiempo después cuando lo seguí sigilosamente hasta cerca de la barranca, la que presentaba cuevas hechas por nutrias que allí habitaban. Entonces sacaba de su bolsa trampas de hierro muy bien armadas que iba disponiendo a la entrada de cada cueva. Las nutrias al salir o al entrar, podían quedar atrapadas. Las que quedaban entrampadas, él las mataba con un palo, y así volvía con sus trampas y las nutrias cazadas.-
-Y ¿qué hacía con ellas?- dijo Marcos con los ojos muy asombrados.
- Me contó mi padre, que les sacaba el cuero que bien estirado secaba al sol. Esa piel la vendía a buen precio a quienes hacían tapados muy costosos. Esto me repugnó mucho y tomé aprecio por esos animales a los que gustaba observar por las tardes cuando se alimentaban con mojarritas o helechos del pantano. Pero muchas empezaron a morir por ese trampero. Cada vez fui viendo que eran menos las que había y este es otro ejemplo de un depredador, que con el tiempo ya no encontró ninguna.-
- ¡Qué triste!- murmuró Lucas. - Y ¿no te acordás de más casos?-
- Sí, me viene uno a la cabeza. En ocasiones personas del centro que pescaban, organizaban salidas por varios días con vehículos, y acampaban río arriba o en otros ríos de departamentos vecinos y se hartaban de sacar truchas (criollas, salmonadas o arco iris), percas y pejerreyes, para volver con muchos kilos de esos peces; que si no había nuevas siembras de alevinos, terminaban por desaparecer.
Debo agregar que existe para Tunuyán, reglamentación para eso, las personas deben hacer pesca y caza deportiva (cantidad limitada de capturas), registrarse con un permiso y respetando también las épocas de veda-
-¡Qué bueno, que controlen eso y qué lindo que vos nos lo contés!-
-Sí, ahora ya sabemos mucho sobre los que son "depredadores", y los que no lo son.- dijeron los chicos.


Alfredo Vicente

"DEPREDADOR" vs. TIERRA I


Verano. Noche templada en Tunuyán. Lucas y Marcos charlan con su papá y su abuelo. De pronto Lucas pregunta a su papá:
-¿Puedo encender la TV para ver la película "Depredador" que la van a pasar?-
-¡No, de ninguna manera, es de mucha violencia y muy desagradable!-
-¡Pero! ¿Qué tiene de malo? Sólo es una fantasía.-
El padre sigue con sus dibujos sin responder y da pié a que el abuelo intervenga con la respuesta más apropiada:
-Sí, claro es una ficción, pero a veces la realidad puede superarla, y lo que es peor es que esos hechos, son ejemplos vivos que se pueden tomar como normales-
-Y, ¿qué hechos reales se comparan con depredadores?-interroga Marcos.
Aquí, el abuelo hace más profunda su aclaración desnudando su punto de vista más personal, intentando dejarlo como herencia, como experiencia de vida a esa joven generación que lo sucederá en un futuro, y dice: - Se es depredador cuando se pone en peligro la vida de otras criaturas con las que convivimos. Es el caso de los cazadores furtivos (que los hay muchos en Tunuyán), quienes evadiendo los controles correspondientes, matan en el campo, cantidades impensadas de guanacos, jabalíes, ñandúes,quirquinchos o vizcachas, por la sola razón de su desmesurada gula.-
-Y ¿qué eso de "gula" abuelo?- pregunta Lucas.
-Es el deseo ignorante de guardar para comer y comer, como si ya se fuera a acabar para siempre, el alimento robado. Y en ello hay algo de verdad, pues se acabará cuando por su culpa se extingan o desaparezcan esas especies de nuestros campos. Como ya tantas se están extinguiendo. Así llegará el momento en que se demarquen cotos privados, como en Europa, donde se mantienen animales para irlos cazando racionalmente; pues a campo abierto ya esas presas, todas se extinguieron, ¿está claro, no?-
-Sí, muy claro- contestan a dúo los nietos, al tiempo que su padre, hasta ahora oyente, reafirma:-¿Comprenden ahora que en realidad, quien intenta la extinción de la especie humana, no es el "depredador de la ficción", más bien somos nosotros, irresponsables depredadores quienes podemos destruir todo en nuestra Tierra.-

Alfredo Vicente

LOS TITANES Y EL CÓNDOR ANDINO (leyenda)


Dos titanes de la mitología Puelche se disputaban el dominio de los majestuosos Andes de Uco. Uno tenía su fortaleza donde hoy está el volcán Tupungatito y el otro donde se ubica el volcán San José.
¿Se imaginan la forma en que ellos trataban de derrotar al adversario?... pues con erupciones volcánicas a modo de armas.
Tal intensidad alcanzó la lucha, que toda la montaña y hasta el mismo cielo, se vieron oscurecidos por el humo y la ceniza que se expandía. Hasta que Inti el Dios Sol, intervino ante semejante desastre.
Envió para ello, uno de sus duendes como emisario, para disipar lo antes posible esa cortina densa y opaca, que ponía en peligro la vida de la zona.
El enviado recorrió esas montañas repetidamente y a pesar de ser invisible, poco a poco se fue ennegreciendo por efecto de ese espeso elemento.
Hasta que su figura tomó la forma de un ave muy grande y muy negra, que recibió el nombre de cóndor andino.
Y ¿qué pasó con lo demás; dirán ustedes?
Bueno, a través de los tiempos, los dos titanes olvidaron su pelea y todo volvió a ser luminoso, como lo es hoy. El cóndor, acostumbrado a esa montaña pidió al dios Inti, que le permitiera seguir habitando allí. Inti no sólo accedió, sino que además lo condecoró por su loable tarea, colocando en su cuello una gola de plumas muy suaves y blanquísimas, como la nieve.

Alfredo Vicente

¡GRACIAS DOCTOR!


Fabián estudiaba para la evaluación del día siguiente, cuando un comentario de abuela Antonia a su mamá, lo dejó sorprendido: "... y vos pudiste nacer en buenas condiciones, gracias a que el doctor Scaravelli nos visitó esa mañana."
-¿Cómo es eso?- intervino al instante.- "... las visitó."
-Claro- dijo la abuela.-"... en esa época vivíamos en la Colonia de las Rosas, el camino a Tunuyán era de tierra y por él, dos veces por semana, el doctor Scaravelli lo recorría en su autito, localizando donde podía haber algún enfermo que necesitara de su atención."
"En las casas, muy distantes entre sí, que hubiera alguien con alguna dolencia, se ponía en la tranquera a la vista del camino; una alta varilla enarbolando un pequeño lienzo blanco, para que el doctor lo viera y entrara."
-¿y como es eso de cuando nació mamá?-preguntó Fabián.
-Si, era por el año cuarenta y dos, yo esperaba un bebé, pero el nacimiento se complicó y de no haber sido por la oportuna intervención del doctor Scaravelli, tu mamá y yo hubiéramos muerto.-
Y concluyó la abuela... -Toda la gente que lo conoció, lo recuerda con agradecimiento, fue un enaltecido benefactor de Tunuyán, muchos que no podían pagar sus servicios, no por ello él dejó de atenderlos.-
-¡Qué hermoso es saber que existieron tan buenas personas en esos años!- pensó Fabián.

NOTA: El doctor Antonio José Scaravelli nació en Italia en 1895, siendo niño emigró a Buenos Aires donde se recibió de médico en 1927. El gobierno de Mendoza ofreció un cargo de "médico rural para Departamento lejano y vida sacrificada" que él aceptó. Además de sus recorridas al campo, hacía atención completa en la Sala de la Villa. Consiguió agregar a la Sala, la de Maternidad y unos años más tarde inauguró su "Hospitalito" (Hospital Carlos Ponce). Murió en 1958 reverenciado por su gente, que puso su nombre al excelente hospital que hoy enorgullece a Tunuyán.

Alfredo Vicente

EL SILBO DE LA PERDIZ


Estábamos de campamento en La Remonta (Campo de los Andes), Era un bello lugar donde acampábamos jóvenes del Andino Club de Tunuyàn. Las carpas estaban en un bosque de olmos cerca del que pasaba un fresco arroyo.
En una ocasión en que recorríamos los siete kilómetros del refugio El Mallín, empezamos a escuchar alternados y cortos silbidos que nos llamaron la atención. Pensamos que era algunos que se había retrazado, en tanto los silbidos seguían y se hacían más cercanos.
La verdad que muy cercanos, pues en un momento dado, y justo en el lugar donde yo iba a poner el pie... estalló un sonoro aleteo, que hizo erizar los pelos a todos los caminantes. Palpitando aún nuestros corazones avistamos el largo vuelo de un bulto grisáceo, que luego de un planeo aterrizaba para seguir corriendo a unos veinte metros de nosotros.
¡La perdiz, la perdiz! Gritamos a conjunto ya calmados, y corrimos tras ella, sin ánimo de dañarla, sólo queríamos reconocerla de cerca. Eso hicimos durante un trecho hasta quedar repuestos del tremendo susto sufrido allí.

Alfredo Vicente

RELATOS DE LA MONTAÑA


Ana y Dante cumplieron por fin con su deseo; acampar una semana junto a la montaña. A dos años de estar casados dispusieron su carpa en una serranía cercana al Cordón del Toro.
Amanecía, en su primera salida hacia los cerros, a poco de andar vieron en el fondo de la cañada un puesto de cabras junto a un arroyito.
Grande fue su impresión al ver la precaria forma de vida que allí se llevaba. Y mayor fue al conocer a don Amancio; el puestero y su especial forma de ser.
En los siguientes días empezaron a identificar sus gritos mañaneros, ordenando al rebaño de cabras y a los perros a dirigirse a un determinado lugar de pastoreo. Lo mismo que al atardecer, con sus extraños alaridos, indicando que debían volver prontamente al corral. Parecía como si realmente él se comunicara con sus cabras y perros, en forma personalizada.
Algunas noches junto al fogón, insistieron que don Amancio les relatara hechos vividos por él, en esos parajes inhóspitos.
Uno de esos recuerdos hablaba de su encuentro con un puma (muy común en el lugar) que mataba sus cabras; él lo siguió con sus perros logró arrinconarlo en un hueco entre las rocas. Dos de sus perros resultaron muertos, antes que don Amancio pudiera acercarse y derribarlo con un rudo golpe del cabo de su rebenque.
También en otra ocasión otro puma se abalanzó sobre él, derribándolo de su caballo y dejándolo gravemente herido. Pudo reponerse y regresar a su rancho, donde sólo tenía querosene ¡y eso se puso en su heridas, lo que evitó se infectaran, y logró curarlas.
Otro día contó de sus avistamientos de luces misteriosas, que aparecían en los atardeceres. Según él, se trababa de "luces malas".
Decía haber oído por las noches, como rodeando el rancho, ruido de galopes de caballos que retumbaba en todas direcciones junto a un intenso griterío, como de indios, algo que lo asustó bastante.
O cuando habló de la avalancha de nieve, que lo sepultó durante varias horas y de la que salió gracias a la ayuda de sus perros, que lograron desenterrarlo.
Cuando se despidieron de don Amancio, lo hicieron con tristeza, al tener que separarse de ese solitario personaje con el que pasaron tan gratos momentos, transportados por la magia de sus increíbles relatos.

Alfredo Vicente

LA VIZCACHA Y LA CIGARRA (fábula)


-Hace dos horas que me estás rompiendo los tímpanos con tus chirridos,¿no tienes nada que hacer?-
-Mi destino es cantar, como cualquier cigarra, señora Vizcacha; así como el suyo es guardar y guardar cosas inservibles en su cueva-
-Sí, por eso te ves luego en aprietos, cuando llegan los malos tiempos.-
-¡Usted no tiene derecho a criticar mi vida, señora!-
-Claro, la única que tiene derecho a criticar es usted, ¡acumular cosas inservibles! ¿Qué sabrá usted de previsión?-
-Yo creo, señora Vizcacha, que solo hay que preocuparse por el presente y vivir con alegría.-
-¡Muy interesante! Mire ahí viene la señora Abeja, pídale su opinión al respecto.-
-¿Usted cree señora Abeja, que es necesario vivir como la Vizcacha, acumulando toda la vida, sin un día de descanso, de placer, de alegría?-
-¡No, no! No me parece muy bien, pero tampoco apruebo la vida que usted lleva, señora Cigarra. Ni cantora, ni acmuladora de riqueza. Fíjense en mí, en los buenos tiempos me deleito trabajando con las flores, bajo la luz del sol. En la estación invernal, vivo de mis reservas sin depender de nadie. ¡Otra cosa sería el mundo, si se siguiera mi ejemplo!-

Alfredo Vicente

FIESTA Y PASEO


Para el mes de febrero, Tunuyán celebra una fiesta que tiene alcance nacional. El "Festival de la Tonada".
Para ese espectáculo el departamento tiene preparado un lugar de gran belleza natural y por su forma a dado en llamarse el Anfiteatro.
Se emplaza en una suave hondonada formada en la misma costa del Río Tunuyán y que permite a las personas asistentes, tener una perfecta visión de los actos que se desarrollan en el escenario de fondo.
Este festival concentra una importante cantidad de público, que gusta de las expresiones folklóricas de nuestra tierra, y que noche tras noche se deleita con ellas.
Allí también se llevan a cabo, otras actividades culturales, como conciertos de grupos musicales y la misma elección de la Reina de la Vendimia Departamental.
Hay lugares al costado alto del anfiteatro, donde se instalan "ranchos" donde se sirven comidas tradicionales, donde pasar agradables momentos con familiares y amigos.
Desde este lugar, siguiendo la dirección del río hay lugares para acampar y circunda el largo Paseo de la Costanera, en cuyo recorrido encontramos miradores, rotondas, bulevares, bosquecitos, playas, piscinas y un amplio parque natural cruzado por pintorescos caminos. Todo dispuesto para transitarlo a pie, en bicicleta o en automóvil, flanqueado de farolas que permiten recorrerlo por la noche.
Es un hermoso lugar, dedicado al esparcimiento y que todos debemos cuidar. Recordemos que en él podemos hacer lindas caminatas y trotes, lo que ayudará a mantenernos saludables.
Ese es el modo en que este hermoso espacio se vaya ampliando y renovando día a día, impidiendo que manos destructoras deterioren los lugares que tanto necesita la comunidad de Tunuyán.

Alfredo Vicente

LOS CHAÑARCITOS DE LA INDIA MUERTA (leyenda)


Todo era apacible en la honda cañada por donde corre el Arroyo Grande. Una pequeña población de Huarpes tenía allí sus viviendas , cobijadas contra la misma ladera del cerro.
La joven Macia vivía en una de ellas, con su esposo al que se había unido pocos meses antes. Aún no se había acostumbrado al nuevo lugar, ni a las costumbres de los parientes de su marido; pues provenía del norte, donde había nacido veinte años antes.
Ese día volvía de juntar leña, cuando... ¡cosa rara! Le pareció escuchar grandes ruidos y gritos desde el caserío. Ya cerca comprobó asustada, que algo grave pasaba pues en el tumulto de peleas, se oían llantos y maldiciones.
Entre unos matorrales encontró a su sobrina mayor llorando acurrucada, la que sollozando le dijo que habían sido atacados por una chusma de aborígenes del sur, quienes estaban matando a los hombres para llevarse cautivas a las mujeres.
Macia decidió que no aceptaría ese triste final para su vida. Intentó convencer a su sobrina y huyera con ella, pero al no conseguirlo; por estar ésta paralizada de espanto, emprendió sola la fuga, pues ya oía cercanas las voces.
No sabía donde ir, pero... ¡ella no sería prisionera de esos bandidos maloqueros!
Corrió, corrió... y su joven cuerpo fue recibiendo el rigor de las espinas, las filosas piedras y las duras plantas del monte. La noche la sorprendió con su helado manto. Macia comprendió que debía encontrar donde resguardarse.
Un bosquecillo de chañares se recortó distante. La sangrante joven se arrastró agotada hasta él, buscando un poco de protección. Pero no fue suficiente, la quemante sed y el intenso frío acabaron pronto con la vida de Macia.
El amanecer dibujó contra la dorada montaña, a ese grupo de chañares como velando sus restos.
El bosquecillo que aún existe, da nombre al lugar que conocemos como "Los Chañarcitos de la India Muerta". Digno homenaje a aquella mujer que prefirió morir antes de perder su amada libertad.

Alfredo Vicente

ENCUENTRO EN LA FRESCURA


La siesta de enero hace vibrar el paisaje con su calor abrasador, que alcanza los cuarenta grados. Los niños en sus bicicletas se apartan de la quemante carretera, que parece un espejo tembloroso y descienden por la bajada que llega al arroyo.
Vienen de los barrios suburbanos de Tunuyán y llegan hasta aquí, porque les gusta bañarse en el arroyo, bajo los sauces donde la frescura es natural y completa.
Saben que no estarán solos, los esperan otros amigos que perseguidos por el calor, también concurren a la cita.
Estos vienen de las fincas cercanas, cruzando los ardientes senderos y llamados también por el cristalino y fresco remanso.
En él se van internando poco a poco, entre corridas, gritos y risas, probando cada uno su mejor zambullida, su mejor pirueta en el agua.
Un encuentro más de este verano, en el sombrío arroyo, donde quizás también se bañaron sus padres y sus abuelos.

Alfredo Vicente

LA HELADA


Don Antonio controla el termómetro clavado en un poste, cerca del galpón. Son las dos de la madrugada en la finca, la luz de su linterna le permite ver que ya el mercurio marca un grado bajo cero.
Entonces, grita con cierto nerviosismo, -¡ Preparen los quemadores, que la helada se asienta nomás!-
Varios hombres, entre los que están sus dos hijos, corren a buscar las alcuzas y los mecheros, mientras que entre las hileras de manzanos, los tarros con el correspondiente combustible, esperan listos para ser encendidos en cualquier momento.
Y llega la temida orden... -¡enciendan!-
Pequeños chorros de combustible de las alcuzas caen en los tarros, que al ser tocados con los mecheros encendidos, ayudan a que empiece a combustionar el inflamable líquido, del que empieza a desprenderse el calor y el humo que va templando la baja temperatura.
Pronto el manzanar parece un paisaje de infierno. Las temblorosas fogatas alineadas dan extraños reflejos a las plantas y a los hombres, en un ambiente irrespirable.
Al fin amanece, los hombres somnolientos, vuelven con manos y rostros ennegrecidos por el humo, tosiendo por efecto del hollín en sus bronquios.
Después de dormir un poco, Don Antonio comprobará que la helada lo mismo afectó un poco, pero en tanto el alcance "contaminante de la quemada", no fue del todo en vano.

Alfredo Vicente

EL CHORRO DE LA VIEJA (leyenda)


La Vieja, como todos la llamaban había muerto. Sola y centenaria había sobrevivido cobijada en su refugio en ese gran hueco entre los cerros.
Si bien todos los puesteros de las cercanías, la apreciaban, siempre creyeron que estaba loca. Y eso porque día a día siempre bajaba hasta el lejano arroyo para traer agua, con la que regaba las verdes plantas y enredaderas que crecían a la entrada de su cueva. Esta rutinaria tarea, constituyó lo más importante de su vida.
Ya, después de morir y como despertando de un sueño, ella se encontró en un espacio tan nuevo como extraño, y frente a ella estaba el Creador. Por Él supo que desde ese momento ella sería el hada encargada de velar por la vegetación, tan escasa en esas montañas.
Muy rápido, como lo hacen las hadas, se desplazó al lugar donde había transcurrido su vida; el hueco entre los cerros. Allí deseosa de empezar su tarea decidió encontrar agua para sus plantas. Pero como hada, que era, no bajó al arroyito como antes, sino que ascendió a lo alto de esos cerros, donde encontró un fresco torrente que destilaba de la nieve. Con sus poderes de hada, lo fue llevando hasta su amado hueco entre los cerros y allí hizo que cayera en cascada, en forma de blanco chorro, que expandido por la brisa fuera humedeciendo todo el lugar.
Pronto ese hueco se tapizó de helechos, enredaderas, verdes plantas y pastos. Los lugareños no dudaron que había sido la Vieja, quien obrara ese milagro y que así su sueño estaba realizado. Ellos fueron los que le dieron a ese lugar el nombre más apropiado y agradecido, lo llamaron "El Chorro de la Vieja", el que vemos allá al fondo desde el camino.

Alfredo Vicente

¡UNA TRUCHA AL SOL!


Alberto y Victor son hermanos y viven con su familia en una finca de manzanos. Como cerca de la casa pasa el arroyo La Riojita, su entretenimiento es pescar en él.
No es mucha la pesca allí, las truchas no son fáciles de sacar, pero en cambio es muy divertido verlas al sol después de almorzar... ¿Cómo es eso? Se preguntarán ustedes, la cosa es así: buscan donde los árboles dejan pasar los rayos del sol sobre el agua, y allí a la orilla esperan silenciosos.
Sobre ese espejo tibio se van concentrando moscas y mosquitos, que a ras de la corriente van circulando en una danza fatal. Todo es aparentemente calmo e ingenuo, hasta que ¡ZAS! como un rayo surge del agua una brillante trucha, que luego dar medio giro en el aire vuelve a zambullirse, después de haberse engullido uno de esos insectos que son parte de su alimentación.
Si bien es tan breve esta visión, no escapa a los ojos de los niños la hermosura de la plateada trucha salpicada de puntos multicolores. Y como esos saltos se repiten una y otra vez, tienen la oportunidad de ir descubriendo nuevos detalles. Un espectáculo que tiene para ellos más satisfacciones que pasar la tarde pescando... ¿no creen?

Alfredo Vicente

UN RÍO DE HIELO


Ya conté de mi afición por el andinismo. Mi papá me alienta en ello, porque él también lo practicó.
Hace unos días justamente, me comentó algo que yo quiero contarte, si te gusta ese deporte como a mí.
Me dijo que siendo joven participó de una expedición a un glaciar; -¿glaciar?- dije yo. Y me asombró cuando me explicó que se trataba de un verdadero río de hielo.- Sí - aclaró - la nieve que se va concentrando en la base de los cerros se va convirtiendo en hielo, éste a su vez desciende muy lentamente por la cañada, arrastrando rocas de diversos tamaños y desgastando su cauce.-
" La baja temperatura no deja que esa lengua de hielo se funda y continuamente se le va agregando más, lo que la va empujando. Debido a que el glaciar siempre se mueve, no es compacto, se rompe en profundas grietas muy peligrosas cuando se lo transita, si no se cuenta con un guía experimentado."
" Cuando el glaciar toma contacto, por la baja altura, con suelos más tibios empieza a fundirse por su base y a ser detenido por el dique de rocas que empujaba, se forma así una débil galería por la que va escurriendo lentamente el agua, que poco a poco va formando torrentes."
" Estos torrentes llegan al río y de éste a arroyos que riegan el valle."
Al final de tan amena exposición comentamos con papá, la de espectáculos maravillosos con que nos asombra nuestra cordillera.

Alfredo Vicente

AROMA A JARILLA


Detuvimos el vehículo a un costado del camino. Íbamos llegando al refugio General Lemos y lo hicimos porque nos tentó la idea de comer un asadito antes de seguir más arriba. Traíamos tronquitos pero para encenderlos hacía falta leña fina. Mi hermana y yo juntamos algo de entre los matorrales y pronto ardió el fuego.
Al rato comenté que me agradaba el aroma que llegaba del improvisado fogón, a lo que mis padres me informaron de algo que yo desconocía.
Supe allí que tal aroma procedía de la jarilla que poco antes habíamos arrancado y que es un gracioso arbusto muy común en esta región y cuya resina arde con gran facilidad.
Debido a esa propiedad, en épocas pasadas se la usaba mucho para caldear el horno donde se cocía el pan.
El jarillero la vendía por las calles, en su carro y con su típico pregón -- ¡jarillerooo!
Su carga, que juntaba en el piedemonte, iba dejando en su deambular, ese singular perfume de una planta muy nativa y que según la sabiduría aborigen también tiene propiedades curativas.
El paisaje cordillerano tan gris y apagado, recibe de la jarilla los vivos manchones se su verde fuerte. El ambiente mismo de ese paisaje se impregna de su agradable olor cuando la brisa húmeda lo recorre.
Y era muy cierto lo dicho por papá y mamá, pues al saborear el jugoso asado, cada bocado llegaba acompañado de aromático sabor a jarilla.

Alfredo Vicente

LEYENDA DEL PUNTA NEGRA


La población Huarpe establecida al margen izquierdo del Río Tunuyán (Gran Río para ellos), estaba sobresaltada por los constantes malones que venían sufriendo. Aborígenes de otra raza amantes del robo y el pillaje, no cesaban de atacarlos, llevándose sus cosechas aprovisionadas y sus mujeres en cautiverio. Luego de sus correrías, evadían la persecución ocultándose tras los altos cerros donde tenían sus escondrijos.
Cauén, el hijo mayor del cacique, decidió poner fin a esto, y organizó una campaña para terminar con estos insoportables atropellos.
Como líder, imponía gran respeto, en especial por su negra y abundante cabellera, adornada también por un tocado de negras plumas de cóndor. Su audacia y gran valentía le permitieron conseguir la autorización de su padre, para llevar a cabo su plan.
Después de seleccionar varios jóvenes guerreros, se internó en la montaña siguiendo el sendero utilizado por los malvivientes.
Al no encontrarlos decidió aprovechando una estrecha ondonada, levantar en ella con rocas un alto muro, que impidiera el ingreso de los ladrones a sus tierras.
Sus hombres aceptaron la idea y emprendieron junto a él la fatigosa tarea. Todo fue entusiasmo al principio, pero con las horas la fatiga fue minando sus fuerzas y los fue llevando a buscar un lugar para el descanso. No así Cauén, quien siguió en su empeño, olvidando el cansancio y el dolor, sólo moviéndose a tientas en la oscuridad de la noche.
Las primeras luces del alba iluminaron un nuevo cerro en ese lugar, un cerro con la parte superior oscura, imitando la cabellera y el penacho negros de Cauén; quien se había transformado en esa mole de piedra, para ser guardián de su pueblo.
Su gente lo recordó como un héroe, pero no llamó con su nombre a ese gran monte; sólo lo llamaron Punta Negra, un cerro que hoy engalana la cordillera Frontal de Tunuyán.

Alfredo Vicente

EL SAUCE Y EL ÁLAMO (fábula)


El sauce llorón desperezó su siesta, meciendo sus colgantes ramas y en un susurro dijo: -El sol cree que podrá conmigo... ¡Qué tonto!, nunca dejaré de cobijar con mi sombra a quien la busque.-
- ¡Mira de lo que estás pendiente!- Dijo el brillante álamo que lo escuchaba. -- Yo no pierdo el tiempo en esas cosas.-
-Y... ¿qué es lo más importante para vos, amigo álamo?
-Yo pienso que mi deber es transmitir fuerza, empuje. Mi dirección es vertical, hacia lo alto, no paro de subir.-
-Y... ¿tú crees que eso es lo mejor?, repuso el sauce. -Piensa que la calma y el sosiego se necesitan más en este mundo, ya demasiado agitado.-
- ¡Lo que pasa es que eres demasiado cómodo y desprolijo!- gritó el álamo ya enojado.
-Yo diría que pecas de soberbio y engreído; deberías saber que... -
-¡Basta!- intervino rudamente el Sol, que venía escuchando el diálogo. -- No discutan sobre algo que no tiene sentido. Ambos prestan gran utilidad a la vida, brindan su amor por el paisaje, los animales y las personas. Eso es lo verdaderamente valedero.
¡Ojalá, cada uno de los seres de la creación, defendiera con tanto orgullo su tarea, como lo hacen ustedes!-

Alfredo Vicente

EL ÁRBOL CUENTA SU HISTORIA


"Hoy quiero contarles mi historia, la vida de un árbol."
Que la conozcan es muy necesario, pues de esa sabiduría depende que juntos, podamos seguir dando vida a este, nuestro valle.
Nací cuando uno de los tantos inmigrantes, me plantó, aquí; junto al callejón donde el paso de una acequia, me fue brindando el fresco alimento.
Crecí viendo como; los hijos, primero y luego los nietos de mi benefactor, transformaban este lugar.
Aquel campo tomó nuevas formas, fue chacra, fue finca. La enramada fue galpón, luego bodega, aserradero, sidrera. La casita se incluyó en un caserío, que pasó a ser un barrio y hoy de villa llegó a ciudad.
El callejón se convirtió en la brillante ruta que cruza la zona y une otras poblaciones. Junto a mí surgieron alamedas, bosques y parques que hoy hacen de esto un lugar ideal
Me hice frondoso, las estaciones me mudaron de variados matices y mucha gente disfrutó de mi frescura y de mi paz.
Pero no todos supieron cuidarme. Alguien dejo cerca mío las brasas sin apagar, de un fuego que allí encendiera.
Me causó mucho daño. El recuerdo es doloroso, las llamas me abrasaron, y de mí hoy sólo queda un pedazo de tronco ennegrecido.
Más, no crean que he muerto, hoy ha asomado de mi base un tierno retoño, desde mis raíces. Es mi hijo, el nuevo árbol.
Y ustedes, los nuevos hombres y mujeres, como aquél inmigrante, deberán cuidarlo para bendición de esta hermosa tierra.

Alfredo Vicente

EL PUMA Y EL QUIRQUINCHO (fábula)


Grande era el hambre que sufría Uñas, el puma mientras recorría la serranía, ansioso por encontrar una presa. Un extraño movimiento en el pajonal cercano le dio a entender, que ya la había ubicado.
Peludín, el quirquincho, hizo su inoportuna aparición y sorprendido recibió la advertencia de Uñas... -- ¡Alto! ¡Eres animal muerto!... y aunque no eres mi plato preferido, es tanto el hambre que tengo que te comeré.
A pesar de la amenazante figura presta a saltar sobre él, Peludín no perdió la calma y dijo: -- ¡Espera! ¡Pierdes el tiempo!... mis agudas placas, pueden dañar tu tierno estómago.
--¿No me digas? --... dijo Uñas, en tono burlón... Yo sé bien que debajo de esa armadura hay un blando menú -- y sorpresivamente lanzó un potente, zarpazo que hizo dar varios tumbos a Peludín.
Enroscado en sí mismo, el pequeño Peludín siguió recibiendo uñazos en su caparazón, que si bien no conseguían perforarla, empezó a molestarse y decidió librarse del porfiado puma.
¡Basta, detente! Creo que podemos arreglar esto y tal vez sea más sencillo para los dos --
¡Eso!-- Sentenció, orgulloso Uñas. -- Comprenderás que no tienes chance,¡entrégate!...
Mientras esto decía, no notó que Peludín cavaba con rapidez en la tierra, en la que sumergía ya la mitad de su cuerpo.
Aunque tarde, Uñas alcanzó a atrapar su parte trasera, pero no pudo sacarlo del agujero, pues aquél encajaba las púas laterales de su caparazón contra las paredes de la incipiente cueva y así, poco a poco, se escurrió de las garras del felino.
Decepcionado, el puma tuvo que aceptar que a veces la apariencia indefensa de algunas criaturas, como en este caso, la del quirquincho; puede esconder mejores artimañas, que la fuerza impresionante de los feroces cazadores como él.

Alfredo Vicente

LO QUE ME CONTÓ EL RÍO


Soy un río de montaña. El Río Tunuyán. Tu río.
Hoy quiero que conversemos sobre mí... ¿Sabes por qué? Porque escuché tus palabras junto a mi barranca, en las que admirabas mi belleza mientras tomabas fotografías con tu cámara nueva.
Y debes saber que ser río es algo más que eso. Es nacer gota a gota de los hielos que duermen en las más altas cumbres. Es pelear contra las piedras que intentan detener el rápido descenso. Es buscar ansioso las sedientas plantaciones, de las que los hombres esperan el preciado alimento.
Guarda orgulloso tus hermosas fotografías, dignas de una colección turística, pero no olvides que también soy un ser vivo. Que lucho día a día junto a ti como lo hice con los primero pobladores de este hermoso valle, y como lo seguiré haciendo con quienes deseen hacerlo florecer por los tiempos venideros.

Alfredo Vicente