martes, 31 de enero de 2012
LEYENDA DE LA TAGUA Y EL HURÓN
Cuenta esta leyenda que hace miles de años este arroyo que hoy veo rodeado de sauces, enredaderas, arbustos de inmensas hojas lanceadas, cortaderas y helechos; no era así.
Era un lugar grisáceo por donde apenas corrían las aguas de un pobre arroyuelo. Alguno que otro animal, también blanquecinos vagaban en un silencio sepulcral.
Pero ocurrió lo inesperado; un extraño genio verde tomó el lugar como base y viendo tal desolación dispuso unos cambios con rápidos pases mágicos. El bosque se tornó frondoso igual que el resto de la vegetación, todo rodeó un cristalino y ondulante arroyo con peces, cangrejos, ranas y algas que con sus colores completaron ese espacio ideal.
Llegó el turno a los vetustos animales en especial una pequeña garcita lánguida y una especie de degreñada nutria a los que angustiaba verlos. Y pronto empezó el cambio, el ave mimetizada con el paisaje, exhibió un fino y largo pico, largas patas palmeadas, un pequeño cuerpo de un negro lustroso, menuda cabeza de ojos vivaces y brillantes que en cortos vuelos recorrió también nadando, los pantanos engullendo mojarritas, cangrejos e insectos. Su nombre sería “gallito de agua” pero los primeros aborígenes que la vieron la llamaron tagua y así quedó.
El otro animal, más difícil de componer el genio decidió darle un cuerpo pequeño y flexible con tupido pelaje y mediana cola, hábil en el nado y voraz en la caza de roedores, palomas, ranas y peces, y hasta de Tagua que ésta por su habilidad en el vuelo y el agua, siempre escapaba de sus fauces de filosos dientes. Sus visibles bigotes y pequeñas orejas lo hacían sensible a posibles presas. Muy agresivo recibió el nombre de Hurón y hasta los humanos le tomaron distancia temiendo a sus peligrosos mordiscos.
Así se dice que surgieron estos dos hermosos ejemplares de la comunidad del arroyo tunuyanino y que son la delicia de aficionados fotógrafos o simples amantes de la naturaleza.
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