En Tunuyán fueron conocidos algunos personajes que desarrollaron artes que tienen orígenes centenarios, y que perduraron a través del tiempo por transmisión directa.
Ellos no aprendieron de especialistas en orfebrería, talabartería o buriladores profesionales su destreza surgió de la observación de sus mayores. Para lograr sus obras no persiguieron una explosiva producción sino que a ellos solo les importaba que ellas les satisficieran a ellos y a sus seguidores los que no dudaron en aplaudir sus creaciones. A partir de básicos fundamentos recibidos, por delegación familiar o de conocidos, constituían grupos con códigos secretos. Aún hoy quedan pocos de esos cultores autodidactas que siguen la tradición.
Su trabajo muy personal consistía en modelar monturas, frenos, cabestros, bozales, lazos, cubiertas trenzadas de rebenques, virolas, boleadoras, accesorios para mates, espuelas, rastras y estribos, sujeta pañuelos de cuello, anillos y otros enseres singulares.
Conocí a un criollo peón de finca que de tanto en tanto pasaba unos días en la montaña en busca de ciertos metales que él sabía detectar en la misma roca. Se traía ese material rocoso lo exponía a una alta fuente de calor que hacía separar de él la plata, el cobre o el estaño necesarios para sus amalgamas. Las chapas de allí conseguidas eran luego amartilladas, recortadas, ensambladas o grabadas según lo programado.
Volviendo a los accesorios con cuero se usaba mucho la piel (cuero) de potro ( caballo o yegua ) ya que de él podían conseguirse tientos muy finos cortados a mano con filosos cuchillos apropiados. Con los mismos podían lograrse trenzados muy delicados de tres, cuatro, seis o muchas más cintas entrelazadas y rematadas con vistosos botones.
Otros trabajadores relacionados a mi padre contratista en una finca de manzanos (Reina) ; aprovechaban fines de semana para recorrer el campo recolectando ciertas hierbas medicinales (verdaderas recetas nativas) que traían para ellos, familiares y amigos; éstas podían ser carqueja, zarzaparrilla, te pampa, paico, matico, muérdago, cola de caballo y otras más. Algunas otras personas conocedoras de la acción medicinal específica de cada una lo hicieron su profesión empaquetando lo recogido con las prescripciones adecuadas. Esta mercancía era ofrecida domiciliariamente en las zonas urbanas, suburbanas y rurales (con carritos de bicicleta).
Estas actividades tan comunes en el Tunuyán de varios años atrás, ya prácticamente no existen pero que seguimos recordando como un sano recurso enfrentado a la época actual super-recargada del bombardeo tecnológico.
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