HECHOS DE GUERRA
Miraba desde la ventana la hilera de camiones del ejército que volvían del golpe que derrocaba a Perón. De la radio se informaba que el presidente derrocado huía en una cañonera paraguaya.
Afuera la intensa llovizna y el anochecer
dificultaba la circulación en este lugar, donde un puente seguido de curva, a
lo que se accedía por un terraplén con escasa banquina, guarnecida por mojones
de cemento.
Y todo ocurrió repentinamente, un camión
se deslizó en su banquina y arrastrando el mojón se precipitó capotando dado
vuelta, en el fondo del terraplén. Todo ello ante mis ojos, clavados en eso que
parecía irreal.
Corro avisando a mi padre que sin
dudarlo tomando la lámpara a querosene y rápidamente nos acercamos al lugar del
hecho, en la confusión vimos que subían a la rastra hasta la calle a cuatro o
más soldados malheridos, unos sacados de adentro de la cabina y del toldo del camión donde fueron afectados por los cajones de balas, de espoletas, granadas y hasta
una cureña con su cañón; otros desde donde fueron despedidos por
la caída. La ambulancia del convoy ahí mismo partió con ellos hacia el hospital
de Tunuyán.
Nos prestamos a ayudar iluminando e informando donde podían
conseguir tractores que permitieran
poner al camión en la ruta pues no había averías importantes, lo cual se
consiguió. Volvimos a casa y días después supimos que dos de esos conscriptos
resultaron muertos.Trágico destino de quienes volvían ilesos de un frente de
combate.
Se
acordonó el perímetro después de recoger
lo que estaba a la vista, pero quedó un cartel durante un año, avisando que
había peligro; pues podían haber
elementos explosivos allí.
Pasaron ocho años, yo cumplía el servicio militar como soldado aeronáutico en la Base Aérea El Plumerillo, ese año aconteció un levantamiento en la base naval de Punta Indio, situada en la costa bonaerense (cerca de la Bahía de Sanborombón.) Nuestra base opositora a los ediciosos acometía en ininterrumpidas misiones bombardeando la zona. Otras guarniciones de Ejército y Aeronáutica no estaban bien definidas en qué bando estaban. Así se corrió el rumor que la de Campo Los Andes en Tunuyán, estaría entre las insurrectas. Se conjeturaba por eso, que podía recibir la orden de destruir nuestra pista, anulando la operatividad al accionar de los bombarderos.
Nuestra base entra en acuartelamiento, oscurecimiento nocturno, refuerzos múltiples de guardia, dormir vestidos de combate, fusil y casco colgados en cabecera de cama, cananas con balas en los cinturones, cambios de guardia con consignas cambiantes. A esto se agregaba que durante el día tomábamos posiciones en cobertura de la pista, preparando precarias trincheras camufladas en las que parapetarnos ante un posible ataque. Momentos difíciles pues el ataque que presumíamos provendría de piquetes de Campo Los Andes, lugar donde sabíamos que hacían el servicio, amigos, conocidos y parientes, que podían resultar “el enemigo”.
Por suerte antes de que nada de lo
imaginado ocurriera, fue sofocado el intento, pero que no dejó de consistir en
algo muy fuerte, para lo que no estábamos preparados.
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